11. En varios momentos del libro se habla de la existencia de una vida más allá de la muerte ¿Qué pensaban de esto los incaicos?

....................................


Maria Elena:


A veces escuchamos, como vimos hace días en una televisión de España, a unos contertulios -por su edad y trayectoria vital, deben ser más cautos y precavidos- afirmar con rotundidad:

-Ante la realidad de la muerte solo siento miedo, es más: pánico. Y mejor, ni mentarla, aunque esté realmente en el horizonte de nuestra vida.

Nadie tenía entre ellos la menor duda: tras el fallecimiento lo único real sería la nada.

Se burlaban de quienes hablan de la reencarnación. Una persona después de su defunción: abandona el cuerpo. El alma no muere, únicamente inicia un viaje para acabar encontrando otro cuerpo físico -más digno o indigno, según las acciones del sujeto- y así volver a retornar a la vida. Ese proceso se puede repetir hasta seis veces en el budismo para conseguir el "Nirvana".

En el Hinduismo, las buenas acciones pueden, ganarle a una persona un lugar más alto en una existencia futura, y el objetivo final es el "Moksha" la salvación y en otras religiones orientales fundamenta en estas afirmaciones sus creencias.

En todas ellas se parte de un hecho: cualquier ser humano tiene un aliento, alma, espíritu, esencia, ego, naturaleza, vida, corazón o mente, con un carácter más o menos espiritual, distinto al cuerpo y llegará a plenitud en el "Nirvana" o "Moksha".

Por supuesto tampoco querían aceptar las ideas cristianas, judías o musulmanas, para quienes la creencia en la vida después de la muerte da sentido a nuestra existencia, porque nos enseña como esta es solamente una preparación para una futura y eterna.

Así se enfrentaban al pensamiento de millones de personas, pues a lo largo de la historia, todos han asegurado -como lo más lógico- la posibilidad de encontrar una nueva vida. Eso creían, nuestro caso, los incaicos.

Esperaban otra vida. El problema no era su existencia, sino ¿cómo sería?, aunque para todos ellos se encontraría la justicia verdadera. En el Catecismo estudiamos:

-Dios, premia los buenos y castiga a los malos.

En esta vida únicamente se castigan los crímenes y no siempre, pero nunca hay una recompensa proporcionada para quienes hacen el bien.

Se puede afirmar: aquí, la justicia brilla por su ausencia. Debe haber necesariamente otra vida.


Pedro:

Es un asunto parecido al que sucedería si alguien le comunicara -antes de nacer- a un feto:

-Dentro de unos días vas a comenzar una nueva vida ¿qué te parece?.

Se echaría las manos a la cabeza y se negaría a salir, de ese lugar donde lleva nueve meses: tan cálido y protegido.

Cuando le obligan a salir, lo hace llorando. Durante un tiempo -de niños- con facilidad lloramos recordando lo perdido, pero pasa el tiempo y descubrimos extasiados la belleza de esta nueva vida.

Lo malo viene después: no queremos abandonarla, y empezamos a llorar como los personajes del programa de televisión. Siente ya el frío en sus almas y no encuentran ningún consuelo en su oposición a Dios, pues esta negación les deja sin posibilidad de extasiarse con la belleza de la nueva vida, esa que empezará después.

Algunos pesadores incaicos afirmaban:

-La llegada a esa vida de los Incas y los nobles, sería sin tener en cuanta sus acciones presentes, solo por su cercanía con Inti, de quien se consideraban hijos (el Inca) y parientes (sus familiares y amigos).

Esa elite -al parecer- tenían un idioma propio y secreto, eso les hacía sentirse superiores a los demás incaicos y por supuesto a todos los demás pueblos originarios a los que conquistaron imponiéndoles un idioma común: el Quechua y una creencia: Inti.

Pero mayoría de los maestros incaicos creían firmemente que el Hanan Pacha (mundo de arriba, celestial o supra-terrenal): era el mundo donde únicamente las personas justas podían entrar. Esa visión supone -claramente- un premio.

El Hanan Pacha se representaba por el cóndor, un animal que sobrevuela a los mortales y al estar tan lejos de ellos podía situarse en el cielo.

El lugar donde los humanos convivirían con Wiracocha y los dioses creados por él: Inti (dios del Sol) con sus dos hermanas Pachamama (diosa de la Tierra) y Mama Quilla (diosa de la Luna) y Pachacamac (dios del Fuego) controlador de los movimientos sísmicos.

Para poder llegar a ese mundo era necesario cruzar un puente hecho de pelo, allá examinaban su vida y le permitían o no, pasar. Para ayudarlos contaban con el auxilio de un perro negro capaz de ver en la oscuridad. Pero no todos podían acceder a ese lugar paradisíaco.


A orillas del Virú - 2021
Creado con Webnode
¡Crea tu página web gratis! Esta página web fue creada con Webnode. Crea tu propia web gratis hoy mismo! Comenzar