13. ¿Cuál es el personaje más entrañable de su novela?

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    María Elena: 

     En agosto de 2006, hace 15 años y cinco meses, llegó a nuestra casa un nuevo personaje; cuando nos la entregaron apenas tenía unas semanas de vida y le pusimos por nombre Ñusty, en recuerdo de aquellas jóvenes -nobles incaicas- llamadas Ñustas.

  Su primera gran aventura le sucedió en su tercer mes de vida, la dejamos suelta en el campo, cerca de una carretera y la vimos cruzar precipitadamente, pasando por debajo de un camión, cuando la cogimos apenas tenía unas rozaduras. Estuvo toda la tarde temblando de miedo. Se acurrucó en su cueva, una simple caja de cartón forrada con papel de regalo, preparada para ella en espera de algo mejor.

   Un día al sacar la basura, encontré abandonado un transportín en muy buen estado, se lo subí y lo puse en sustitución de la caja. Le costó aceptar el cambio, pero aquella misma noche ya lo empezó a utilizar. Fue un ejemplo de verdadera pobreza: conformarse con lo que se tiene, sin desear ni lo que tienen los demás ni lo superfluo. En una pequeña solana con la lavadora y los útiles de limpieza, está su comedero y el transportín, la dejábamos con la puerta abierta, por la noche poníamos una barrera para impedir que se paseara por toda la casa. Pronto aprendió a tumbarla y salir, entonces le cerramos la puerta de cristal a la cocina.

Hace seis años un perro grande -Pastor Alemán- la atacó mientras me esperaba fuera de la bodega atada a una verja, donde yo compraba el vino. Gracias a Dios, me ayudo el dueño del perro agresor para llevarla al Veterinario, pues Pedro estaba en la Biblioteca cambiando unos libros. Le destrozó la pata delantera izquierda.

  Después de operársela, el veterinario le puso unos clavos y se la escayoló. Dentro de una bolsa de tela, llevándola cada uno de un asa, la estuvimos sacando a la calle durante más de un mes. Luego la pudimos animar a salir, viendo como se movía por la casa, cada vez con más soltura; aunque por la escalera de nuestro piso, la bajábamos en brazos, ya en la calle ella caminaba renqueando pero con tenacidad.

De aquel accidente quedó regular, ya siempre ha seguido cojeando, la sacábamos a pasear todos los días por la mañana y por la tarde. En varias ocasiones la vimos resistiéndose a posar, la pata dañada, en el suelo, entonces le dábamos un analgésico, escondido en la comida, y al parecer le disminuía el dolor.

  Cada año, sobre el mes de noviembre, acostumbrábamos a sacar una gran alfombra para ponerla en el salón, ahí la teníamos durante el invierno. Ñusty acostumbraba a dormir sobre ella a los pies de Pedro, pero un día tuvo problemas intestinales y la manchó. Por temor a esos accidentes no hemos puesto la alfombra en el salón los dos últimos años, en cambio, pusimos una alfombra pequeña para ella, la movíamos de sitio para estar justo al lado de Pedro, pues era donde ella siempre se colocaba. Pedro le decía casi en serio cuando debía moverla:

-Ñusty, ¡aprende tú a llevar la alfombra como hacen los otros perros! Eres demasiado comodona.

Ella le miraba y a veces hacía intención de empezar a hablar, pero como que lo dejaba para otra ocasión más importante. Nunca la descubrimos hablando ni sola ni con nadie.

Durante años 2020-2021 (el de las restricciones y la cuarentena) ella me ha facilitado poder salir a la calle con más frecuencia.

   Durante el Estado de Alarma, no todos los días debía salir a comprar (comidas, medicinas), sin embargo, si sacabas a un perro a pasear, podías salir y eso lo hacía dos veces cada día, recientemente: a diario, en cuatro ocasiones.

En sus dos últimos años de vida, empezó a mostrar su edad y sus problemas.

Desde hace unos días la veo muy sorda, me recuerda a Laika, una perrita, que tuvimos en mi familia hace muchos años, únicamente atendía por gestos. Ñusty parece que había aprendido a leer en nuestros labios, pero ahora, con la mascarilla o tapabocas, llevamos oculta la boca y ella está desconcertada y se nota -por fin- su sordera.


     Pedro:   

    En su primera celebración de los Reyes Magos, le regalamos el típico hueso y una zanahoria de plástico, pero nunca quiso jugar ni con esos juguetes ni con ningún otro.

Cuando yo llegaba de la calle, ella corría a saludarme, se ponía a dos patas apoyándose en mi pierna, esperaba una caricia en la cabeza, mientras movía la cola con alegría.

Hace unos meses al llegar a una rejilla en el suelo, que atraviesa toda la calle de apenas 20 centímetros de ancho y Ñusty la ha saltado cuatro veces todos los días. Una vez, se quedó parada, pensando si sería capaz o no, de llegar al otro lado. En esa indecisión, nos ha mirado temerosa y al fin ha saltado.

Le he hablado dándole ánimos:

-Adelante, Guarrilla -así la animaba cariñosamente- no creo que se ofenda pues algo de guarrilla tenía.

También la animábamos de esta manera cuando debía subir las escaleras, últimamente le resulta costoso y dudaba antes de comenzar a subir y cuando alcanza el primer escalón parece animarse y llega hasta arriba, con rapidez. Eran las consecuencias lógicas de su edad.

Cerca de nuestro piso, se encuentran los campos de las afueras del pueblo, ahí la llevábamos a pasear. 

   Un día, sin darnos cuenta, dio un salto bastante arriesgado y de improviso se metió en nuestra novela, allá actúa como una auténtica perrita. Vive en casa de doña Claudia y don Miguel, paseando con él todas las tarde por Trujillo - la Libertad - El Perú, haciendo sus ríos y su monte en un parque. Cuando Don Miguel entra en la iglesia, ella lo espera en la puerta -en compañía de una señora- hasta su salida y luego en la cebichera, se recuesta a sus pies, mientras don Miguel juega con sus amigos, antes de volver a casa.

    Como sucedió en alguna ocasión con nosotros, también paseando con Don Miguel, comenzó a llorar cuando oyó la sirena de una Ambulancia, pero eso no sucede siempre, parece saber si lleva a alguna persona grave, por mucho ruido que haga a la sirena si no lleva ningún enfermo, ni se inmuta.

   Como hace cuando estaba con nosotros, no dejaba ni un árbol, esquina o piedra sin olfatear. Casi siempre debíamos animarla para continuar el paseo, de tanto como se entretenía. ¿Qué noticias más interesantes debe encontrar, sobre quienes -por el mismo lugar- han pasado en ocasiones anteriores?.

Con el tiempo, sobre todo alrededor de los ojos, empezó a tener canas, le daban un aire interesante. Disfrutamos de su juventud, igualmente hemos asistido a su vejez.

Los perros no tienen alma racional -algunos casi nos hacen sospechar lo contrario- por eso no podemos esperar tengan otra existencia más allá. No obstante tenemos la seguridad de volver a ver a Ñusty, si como es nuestra ilusión, llegamos a cielo. Su vida fue un regalo de Dios durante tantos años, dejando un hueco en nuestra casa y en nuestras vidas; pensamos encontrar en el cielo respuesta a todas nuestras preguntas, también localizaremos a todos nuestros seres queridos. Ñusty ¡te encontraremos!


    Fue una buena perrita, muy juguetona y muy sana. 

   Murió de cáncer de mama con un gran quiste entre las patas, tan grande como su cabeza, que le dificultaba aún más moverse. 

    Se fue sin dar guerra, no la dejamos sufrir. La recordaremos. 



A orillas del Virú - 2021
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