4. ¿Qué nos pueden decir de los niños de la Aldea?

Maria Elena: 

Cuando llegamos a Canarias, después de buscar, encontramos un piso en la primera planta, de un edificio de cuatro alturas sin ascensor. El piso no es muy grande, pero está muy bien conservado, apenas había tenido unos propietarios, nosotros seríamos los segundos. Tenemos la suerte de trabajar en una sala, con un gran ventanal, a un parque público. 

Durante unos meses el parque estuvo desértico, solo se veían los pájaros: gorriones urbanos, tórtolas turcas, palomas y algún minúsculo canario cantor, aunque también se paseaban a sus anchas unos gatos anónimos. Fueron meses muy duros de soledad, debido al comienzo del confinamiento causado por el Estado de Alarma del Covid en España.

Después de algunos meses, empezaron a llegar los niños, durante meses estuvieron metidos en sus casas -las mascotas tenían derecho a salir dos veces a día, sin embargo, los niños lo tuvieron prohibido- cuando empezaron a ir al colegio, se abrieron las zonas de juegos de los parques. A la salida del colegio los observábamos llegar con sus mascarillas más o menos puestas, casi siempre como un nuevo adorno en su cuello o en la mano a modo de pañuelo para saludar de lejos. Llegaban corriendo y al encontrarse se abrazan, tal vez en el colegio no les han dejado ni tocarse, pero ellos son así.

En las Islas Canarias, especialmente en Gran Canaria, no son frecuente las lluvias, sin embargo, estos meses -para nuestra sorpresa- algo ha llovido. Cuando esto pasa, en una zona del parque, las losetas están mal puestas y tiene la inclinación suficiente para hacer un charco, de unos dos o tres metros de largo y un metro de ancho, junto a uno de los bancos. 

Parque, niños y un charco. Una pregunta ¿Dónde estarán los niños? Habéis acertado: cerca del charco.

Una niña lo cruza en bicicleta, levantando las piernas para no salpicarse, un niño avanza en el agua poniendo a prueba la capacidad anfibia de sus zapatos, y no falto quien agarrando un palo, intentaba mojar a los demás cuando se acercaba. Siempre con el griterío y algarabía propio de los grupos de niños. 

El charco es apenas un bebedero para los pájaros, se evaporará en dos o tres días.

Pedro:

 Durante mes y medio -era la primavera del 2020-  no salí, ni una sola vez, a la calle por mi estado de salud, dos infartos en los últimos años, aconsejaban no ponerme, ni remotamente, cerca del virus del Covid. Cada mañana paseaba, durante media hora, por el pasillo del piso y  las habitaciones, en total 180 pasos en cada recorrido.

 Maria Elena, más fuerte y sana, iba a comprar y paseaba, dos veces cada día, a nuestra Ñusty. Cuando iba a salir, yo le canturreaba, rememorando una canción antigua: 

-¿Voy contigo? Y ella seguía el juego y la canción, contestando: 

-¡No!, tú no. 

-¿Y por qué?

-Porque, ¡no! Así nos despedimos una y otra vez, por lo menos dos veces a día, durante los meses de confinamiento.